En esos momentos siempre pensaba
en lo mismo, en cosas intrascendentes y superficiales. “¿Llevaré bien el
flequillo?, ya no me da tiempo a volverme a mirar al espejo”. O “¿por qué al
final habré decidido ponerme estos tacones?, a caso no será lo mismo con zapato
plano?”. “¿Qué haré esta noche para cenar? Me he ido de casa y no he dejado
nada preparado”.
Todo estaba oscuro, parecía
estar sola, pero oía murmullos a su alrededor, de los que quiso abstraerse,
como de cualquier otra cosa que la distrajera de su particular concentración
dispersa. Contradicciones que hacen que no nos aburramos de nosotros mismos.
Se ajustó por enésima vez los
pantalones que le ceñían más de lo que le habría gustado. Pero así estaban las
cosas. Resultaba humanamente imposible adelgazar un par de kilos al menos en
unos segundos para que esa sensación de tener la cinturilla tan apretada
desapareciese, así que lo mejor era olvidarse de que cabía justo en aquella
talla.
“No he bebido agua —pensó—. ¿Por
qué no habré bebido agua? ¿Me dará tiempo todavía? No, mejor me espero”.
Tampoco podía decirse que fuera
la primera vez que se enfrentaba a una situación semejante, pero hay
situaciones semejantes y situaciones semejantes… Y finalmente podía ser que
aquella situación no se asemejara a ninguna otra anterior, a pesar de compartir
la apariencia.
Recolocó las cartulinas que
tenía entre las manos de nuevo, como había hecho apenas 30 segundos antes.
No estaba nerviosa. Hacía mucho
tiempo que se había acostumbrado a estar al otro lado, el de los que son
observados, por eso no le daba miedo el reto, ni la equivocación, tal vez sí un
poco un traspiés, pero cualquiera de esas cosas pueden ser tan incontrolables como
el azar mismo. Para impedir cualesquiera de esos imprevistos u otros de esos que
siempre aparecen cuando menos se les espera, por eso son imprevistos, había
repasado las fichas varias decenas de veces para no confundir la entonación, ni cambiar el sentido por no colocar una coma en su lugar. Todas las comas deben
estar siempre en su lugar, el problema es que no siempre sabemos a ciencia
exacta dónde van. Es un signo de puntuación caprichoso y polivalente y sujeto a
menudo a la subjetividad.
Mientras deslizaba con cuidado
los dedos índice y pulgar por la punta de su flequillo, sus pensamientos se extraviaban
por el camino de la reflexión ortográfica y la alta consideración que tiene un
buen uso del lenguaje… pero la música cesó y el momento decisivo se precipitó
sobre sus hombros.
Romper el hielo, ese era el
encargo. Captar la atención, el compromiso. Conseguir que todo tuviera sentido,
la responsabilidad.
Esperó. En esos casos siempre
hay una señal que anuncia el primer paso. El flequillo, la cinturilla apretada,
los tacones, las comas, los puntos, los nervios que no lo son, o tal vez sí, se
callaron y se quedaron quietos en esa parte del cerebro donde se guardan las
cosas que no se necesitan, de momento.
La cabeza que observaba asintió.
Y sus pies comenzaron a adelantarse el uno al otro con toda la elegancia con la
que es capaz de desplazarse quien nunca se ha considerado elegante.
Cogió todo el aire que pudo por
la nariz y lo devolvió al lugar del que había venido por la boca, pausadamente.
El último pensamiento fue para
sus hijos.
En medio del escenario una luz
circular marcaba el punto exacto en el que sus pies debían detener a su cuerpo.
Se situó en el centro. Juntó los pies. Se aseguró de que la primera ficha
de papel estaba en su lugar y levantó la cara. Pese a no verse casi nada, lo
vio todo. Cientos de personas sentadas frente a ella esperando a que empezara a
hablar, tal vez preguntándose qué iba a decir o cómo iba a hacerlo.
En aquel preciso instante fue
consciente de lo insignificante de su papel. Solo un nexo de unión, dar paso,
informar, ser pausa e hilo conductor. Ninguna de aquellas personas silenciosas
y respetuosas estaban allí para escucharla. Pero iban a hacerlo.
Las primeras palabras que se oirían
en aquel auditorio esa tarde iban a ser las suyas, y después de ella, personas
cuyas ideas valen la pena ser contadas. Personas que cargan sus mensajes de
esperanza, de futuro, de contenido, pero sobre de significado.
Era su segundo TEDx la Vall. Y
justo antes de abrir la boca para desear buenas tardes y agradecer la presencia
de todos en aquel auditorio en nombre de la organización, se sintió la persona
más importante del mundo.
Romper el hielo, dar paso, lograr
captar la atención y conseguir que todo tuviera sentido… Un regalo que me hicieron
un equipo de profesores de secundaria de la Vall d'Uixó. Nunca un papel tan insignificante dentro de
un proyecto cargado de ilusión y compromiso social, tuvo tanta trascendencia.
Así lo viví.
Este post nace de las fotos que
veo en el facebook de los teders por el mundo. Yo no soy un teder por el mundo (qué
más quisiera…). Solo soy una víctima más del contagio de la esperanza y de la convicción
de que se pueden cambiar las cosas a mejor. Por eso, desde el primer momento,
el mundo del TEDx se quedó a vivir conmigo.